Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile

La Conferencia Episcopal de Chile envió una Carta Pastoral, donde expresó su visión crítica sobre la realidad social y económica que vive nuestro país, alentando a los creyentes a trabajar activamente por un país más justo.

 

 

A continuación, una síntesis del contenido de la carta. Para leer el texto completo, aquí.

 

1. Jesús nos ayuda a entender la centralidad y dignidad de la Persona Humana. La cultura centrada en lo económico tiende a devaluar a la persona, que se convierte en \”capital humano\”, en \”recurso\”, en parte de un engranaje educado para producir, competir y tener. La dignidad no se funda sólo en el ejercicio de la razón o de la libertad. Para un cristiano, la dignidad del hombre y de la mujer se funda en que ellos son imagen del Dios creador, nacidos del amor y para amar. Motivo suficiente para tratar al ser humano con sumo respeto desde su origen hasta la muerte. Hoy, cuando se nos valora por las competencias y el dinero, el cristianismo nos enseña a defender la dignidad humana sin condiciones. Por eso integramos al marginado, cuidamos del enfermo y damos valor al desvalido: porque son plenamente seres humanos. Por eso se nos invita a tener una proximidad real con el pobre, y proponer un humanismo que no lo margine, no lo explote, que respete su dignidad y derechos. Por eso nuestros hermanos y hermanas de los pueblos originarios tienen derecho a expresar, desde su perspectiva, el mensaje de amor, respeto, igualdad y paz que ofrece el Evangelio. Hagamos nuestras sus demandas justas que exigen reparar siglos de marginación e injusticia.

2. Jesús nos ayuda a darle sentido profundo a la vida. La cultura moderna nos ha llenado de medios y nos ha quitado los fines. Sin fines perdemos la orientación y carecemos de criterios para jerarquizar y elegir los medios. Se daña de raíz el ejercicio de nuestra libertad. Toda cultura que quiera generar seres libres, sujetos de la historia, debe proporcionar un fin por el cual valga la pena dar sentido a la existencia. Cuando tenemos un fin, un sentido, podemos enjugar nuestras lágrimas sin ocultarlas y superar los fracasos. Nuestra fe, basada en la resurrección de Jesucristo, nos hace comprender que al final está la puerta más importante, que nos permitirá encontrarnos con el rostro de Dios para vivir con Él. Entonces todos los caminos se encontrarán y adquirirán su pleno sentido.

3. Jesús nos ayuda a remplazar el individualismo por el amor y la solidaridad. Mientras el individuo es un ser separado de los demás, la persona vive en relación con los otros. Confundir persona con individuo ha creado una “sociedad de individuos”, donde cada uno compite, busca su éxito y se aísla. Vivimos masificados, pero en una soledad creciente y brutal. La fraternidad y la solidaridad pertenecen al núcleo de nuestra fe: somos por esencia sociales y no individualistas, y eso tiene muchas consecuencias, sobre todo en la educación. Una educación de calidad supone enseñar a vivir con los otros y para los otros, hablando de derechos pero también de los deberes de las personas. Aquí debe destacarse el papel de la mujer, sus innegables derechos y deberes, y la importancia de la dimensión femenina en todas las actividades humanas. Es necesario educar la dimensión de la sexualidad, convertida por la cultura actual en un simple objeto de satisfacción sin estabilidad ni compromiso. La sexualidad humana debe alcanzar su máxima dignidad como expresión privilegiada del amor y manifestación del don total y responsable entre personas.

4. Jesús nos ayuda a valorar el servicio y lo gratuito. En esta sociedad centrada en el lucro y a veces en la usura, donde todo es medido por el dinero, Jesús nos enseña que lo más humano no tiene precio, pero tiene máximo valor. Lo más humano no se compra ni se vende: se da y se recibe como un don, comenzando por la vida, la amistad y la alegría. Nadie puede comprar una sonrisa. Hoy parece más importante una factura comercial que una carta de amor. El pobre por ser pobre puede entender mejor esta dimensión esencial del cristianismo que es la religión de lo gratuito. El favor de Dios se da como un regalo; es Dios quien viene a nosotros porque nos ama. María ocupa un lugar central en nuestra devoción porque en ella queda de manifiesto que todo es obra de Dios, gracia, regalo. La gratuidad, el abrirse al regalo, a gozar lo que hay que gozar como un don, es de máxima relevancia en una sociedad que todo lo calcula, todo lo mide, todo lo pesa. ¡Qué bien nos hace promover una cultura del don y de la gratuidad! En un mundo donde los alumnos suelen entrar a las universidades para aprender y salir para lucrar, la idea es formarlos en un humanismo que les permita entrar para aprender y salir para servir, para entregarse a los demás, a su familia y a su sociedad.

5. Jesús nos ayuda a reencontrar la verdadera libertad. Queremos formar un hombre y una mujer libres, lúcidos ante los múltiples falsos ídolos, dictaduras, modas, presiones sociales, prejuicios, ideas e ideologías de turno. El supremo acto de libertad es el don consciente de uno mismo para que otros vivan; es hacerse responsable de sí mismo y de los otros. En un mundo masificado e individualista qué difícil resulta entender la libertad como posesión de sí mismo para entregarse por entero a los demás.

6. Jesús nos ayuda a enfrentar el dolor, la debilidad y el fracaso. La cultura individualista, exitista y competitiva que nos impone la globalización, nos desarma ante el dolor físico, moral y espiritual, ante la soledad, la vejez, la enfermedad y la muerte. Una cultura tendrá fortaleza sólida cuando nos ayude a secar nuestras lágrimas sin eludirlas. Jesús en la cruz nos enseña a procesar el dolor, y su resurrección puede darle sentido al sufrimiento.

7. Jesús nos ayuda a dar dignidad al trabajo humano. El trabajo, tan esencial en nuestra vida, no puede ser jamás una mera mercancía que se transa en el mercado. La empresa moderna tiene que aprender que el ser humano participa en ella, no como un eslabón en la cadena productiva, sino como creador y sujeto. Por eso debe obtener en justicia los frutos de su actividad. No es comprensible que, con el nivel económico que Chile ha alcanzado, un trabajador con empleo estable esté bajo la línea de pobreza. Eso no es ético y no se condice con la dignidad humana. El salario ético es la consecuencia ética de la misma dignidad humana.

8. Jesús nos ayuda a vivir el pluralismo y fundar sólidamente nuestros valores. Más que nunca se hace necesario fundamentar nuestros valores, debilitados por el cambio de época, y no presentarlos como una especie de imposición determinista de la naturaleza, o como disposición de la autoridad, o como un residuo de la tradición sin ninguna relación con la cultura. Estamos invitados a formar nuestra conciencia para que sea razonable, libre, y a la vez responsable. Esto nos obliga a dar razón y justificar nuestros valores. Fomentar un sano pluralismo, hecho de respeto y no de silencios, nos ayuda a convivir y nos permite buscar con otros la verdad, profundizando en ella sin relativismos ni fundamentalismos. Un valor bien fundado nunca es relativo. El relativismo radical destruye todo compromiso y hace imposible la vida humana. Si todo da lo mismo, nada importa realmente. Sin una posición humilde ante la verdad, surgen los fanatismos, los fundamentalismos de toda especie y la intransigencia. Es importante para la credibilidad de la Iglesia dialogar hoy con las lógicas modernas, y en sus propios lenguajes, para comprender mejor el Evangelio, hacerse entender, y justificar lo esencial del mensaje cristiano que queremos transmitir.